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La verdadera traición a la patria

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En un Estado de derecho que respete las libertades plenas de sus ciudadanos, el solicitar la activación de un acuerdo internacional legalmente aceptado y validado por el país no sería considerado un acto de traición a la patria. Mucho menos en el caso de que ese acuerdo fue firmado por el “padre político” [1], o “comandante eterno” o cualquier otro fachoso sustantivo memo, de quienes precisamente ahora califican a los solicitantes como intervencionistas, traidores, apátridas, etc… Así pues, caemos en el dilema, ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?, por tanto ¿Quién traicionó primero a la patria, el que firmó aceptando un acuerdo intervencionista o quien solicita, en el momento en que internacionalmente está reconocido el resquebrajamiento de la democracia en Venezuela, se cumpla lo que ese lúgubre personaje avaló con su firma?

Indiscutiblemente no hay traición en ninguna de las dos acciones. Ni cuando Chávez por medio de su firma suscribe la Carta Democrática, aunque hoy alegan que lo hizo con reservas por aquello de la democracia participativa versus la representativa, ni cuando piden su aplicación aquellos que sienten se debe activar ese mecanismo internacional para hacer presión a un gobierno corrupto, anti-constitucional, que maneja a su antojo los derechos, que mal que bien, existen dentro de una Constitución putrefacta gracias a las constantes violaciones que ha sufrido por parte de los gobernantes.

Las razones por las cuales la gran mayoría en el país considera que la Carta Democrática debería ser aplicada, a pesar de existir una gran cantidad que no tiene esperanza de que sirva de algo, surge por las constantes violaciones a la constitución. El 20 de Octubre del 2016, gracias a la orden de cinco tribunales regionales, el CNE, que según el oficialismo pareciera tener poder supra-constitucional, suspendió la recolección del 20% de manifestaciones de voluntad para poder activar el referéndum revocatorio[2][3], con esto los aun crédulos terminaban de entender el fraude político que representan esos dinosaurios que aun se aferran a querer llegar, a costa del hambre, miseria, dolor y emigración de los venezolanos, a la presidencia. Lejos quedaría esa promesa con voz socarrona, del guapo y apoyado del barrio o del patiquín malcriado con real, de que en 6 meses Nicolás Maduro dejaría la presidencia y muchas otras que juegan a que la sociedad haya olvidado[4].

La guinda que terminó de adornar el pastel, necesaria para que la OEA al fin comenzara a poner atención a la situación venezolana, fue la suspensión “ilimitada” de las elecciones regionales que se debieron realizar el año pasado con la excusa de una validación de partidos de oposición[5][6]. Estas elecciones suspendidas, para algunos gobernadores muy conveniente para poder seguir financiando su oprobioso partido comunista disfrazado de progreso con el presupuesto público y haciéndole el mejor favor al oficialismo, se han vuelto punta de lanza para los colaboracionistas, todos anexados a una deshonesta MUD, tratando de distraer la atención de los aun incautos y crédulos venezolanos que guardan una esperanza de que con ellos esto mejorará.

Los venezolanos nos hemos visto obligados a ser víctimas de un juego político conducente a nada, sólo a mayor miseria en nuestro país. La supuesta oposición, teñida de rojo social-comunista en lo más profundo de su corazón, sólo ha servido para alargar la agonía, aumentar la desesperanza, dolor y depresión con la que los venezolanos estamos acostumbrándonos a sobrevivir día tras día[7][8][9]. La verdadera traición a la patria no es haber firmado y suscrito la Carta Democrática, son los tiempos aciagos en los que nos ha obligado a vivir el chavismo, las muertes violentas, la pobreza extrema, la miseria humana, que por temor a enfrentar y hacerse responsable de los actos de corrupción y narcotráfico cometidos por altos representantes del gobierno son incapaces de poner freno y abrirle paso a un verdadero liderazgo de libertad.

Tampoco es traición pedir la aplicación de este recurso internacional. Pero indiscutiblemente lo es el colaboracionismo rastrero que los altos dirigentes de la MUD tienen con el gobierno; ellos son los verdaderos traidores, cómplices del hundimiento de nuestro país, caras duras que son capaces de twittear frases “esperanzadoras” y “espirituales” mientras les ruegan al oficialismo les mantenga una parcela de poder en reuniones privadas, donde llenan sus estómagos de los más finos y exquisitos manjares junto a bebidas espirituosas importadas que ningún profesional venezolano honesto puede costear. Guapetones de barrio que, con el beneplácito de dinosaurios comunicacionales ampliamente beneficiados de la era Adeca-Copeyana, hablan como si sus promesas nunca las hubieran realizado. Gobernadores, caballos de Troya, que compran encuestas a profesionales que han prostituido la labor de medir la tendencia, opinión e intención de los venezolanos sólo para cumplir a costa de toda su ambición personal. Todo esto sí es traición a la patria y tiene que pagarse con cárcel.

Se dice que cada país tiene el gobierno que se merece, este decir se amolda a nuestra situación diciendo, Venezuela tiene el gobierno y oposición que se merece. Los venezolanos seguiremos hundidos hasta que despertemos y dejemos de creer que alguno de los personajes hambrientos de presidencialismo tiene una chistera mágica que solucionará los problemas de raíz. El problema es la constitución, ni la de 1961 y mucho menos la de 1999 sirven para algo más que para ser un bien sustitutivo del papel que tanto ha escaseado en los baños de Venezuela; ambas cartas magnas promueven el socialismo, paternalismo de estado, proteccionismo y por supuesto el populismo.

Finalmente, la sentencia 156 del TSJ no sólo conlleva a la disolución de la Asamblea Nacional, abre la puerta para que la sociedad entienda que urge una nueva constitución que promueva la libertad plena. Existen propuestas que deben ser escuchadas pero no les interesa ni al oficialismo ni a la “oposición” que esto se lleve a cabo, sería el fin del modelo rentista y populista que tiene como única finalidad, el esclavismo político a través de limosnas disfrazadas de programas sociales. Venezuela merece algo que nunca ha alcanzado a plenitud, es hora que la sociedad por sí sola, sin politiqueros que quieran vanagloriarse del éxito y deslindarse de los tropiezos, lo exija con todo furor, haciendo uso de los genes de ese pueblo bravío que un día obtuvo lo merecido. Tengamos presente que nunca ha sido ni será traición a la patria exigir y luchar por la: ¡Libertad!.


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